Cuando lo trasplantaron al patio del colegio, el algarrobo se sintió muy triste, echaba de menos a sus compañeros del bosque.
Los niños lo utilizaban como poste de una imaginaria portería de fútbol y acostumbraban a grabar mensajes sobre su tronco, llenándolo de nombres y de corazones enormes atravesados por flechas. Había un niño que decía llamarse Tarzán, que se balanceaba colgándose de sus ramas y profería largos gritos lastimeros.
El árbol empezó a languidecer y a secarse de pena.
Hasta que un día dirigió su atención hacia la ventana de un aula donde la maestra enseñaba a leer, y siguiendo sus instrucciones, comenzó a escribir en el aire con la punta de sus ramas. Primero palabras sueltas, después frases completas. Con el tiempo largas redacciones y hasta versos que él mismo componía.
Reverdeció de nuevo, llenándose sus ramas de brotes tiernos.
(Finalista del concurso de La Eliana)
viernes, 16 de abril de 2010
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2 comentarios:
Finalista del concurso. Yuhu.
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