miércoles, 16 de junio de 2010

El amigo de Gos

Nuevo ejercicio para El Complot de los Ácaros, esta vez sobre un desconocido habitual:

EL AMIGO DE GOS

Cada tarde, al acercarnos al parque, Gos tira ansioso de la correa y gimotea, mirándome suplicante para que le deje ir a ver a su amigo. Siempre está allí, él solo, con la mirada perdida en el horizonte, quieto como una estatua. Cuando ve al perro parece salir de su estado de trance y entonces se ríe como un niño y se agacha para recibirle y palmotearle el lomo. Gos se pone tan contento que, a veces, hasta se mea de alegría, el muy guarro … Entonces el abuelo se saca un trozo de pan duro del bolsillo y Gos se sienta frente a él, muy serio.
- ¿Cómo se pide?-
- Uauauau … - contesta el perro.
- Eso es, siempre “por favor”,- le alaba el anciano otorgándole el premio.
Mientras Gos se queda mordisqueando el mendrugo a los pies del viejo, yo me voy más allá, junto al estanque, donde suelen estar Leo, Javi y alguno más de la clase.
- El amigo de tu perro está “flipao”, tío, míralo, “tó rallao” hablando con el chucho, ¿qué le estará contando?
**********
Qué delicioso el pan que me trae mi amigo cada tarde, las bolas de pienso resultan descorazonadoras. Qué sorprendentes las historias que me cuenta, a veces en voz alta, otras susurradas al oído. Pero la mayoría me las cuenta con sus manos de pergamino, mientras me acaricia y me rasca detrás de las orejas, y también con los ojos, húmedos, grises y arrugados, de haber visto tantas cosas.
Así, a través de sus manos y de sus ojos, me mostró cómo era de niño, y lo vi zambullirse desnudo en el río una tarde de verano. Me enseñó también una vieja escuela con grandes pupitres y a una anciana de pelo blanco que lo mecía al brazo balanceándose sobre una mecedora.
A veces me habla de un viaje en tren, de un viaje largo a una ciudad lejana en la que se sentía muy triste, de una fábrica de chocolate que olía a gloria, de una mujer de ojos verdes, de una trinchera oscura y fría donde un amigo murió en sus brazos, de un baile en la plaza de un pueblo, de una melodía que le hacía vibrar …
Sólo yo oigo sus historias y, algunas tardes, ni tan siquiera él mismo las recuerda.

2 comentarios:

MariaJo dijo...

Muy bonitooooo. Aunque ya sabes, que yo si hay un perro de por medio, soy presa fácil.

Marts dijo...

muy lindo Lau.
Se me ha ocurrido... ¿por qué no pintas pañuelos de seda con tus pinturas?, con ese colorido deben de quedar preciosos.