La casa de la bruja, así la llamaba yo, se hallaba suspendida en lo alto de la colina, separada del resto de edificios del pueblo. Era angulosa y puntiaguda como un diente torcido. Aquella noche, cuando el brillo de la luna bañaba los tejados, un humo espeso reptó hacia las estrellas desde la boca de la chimenea. Yo miraba desde mi ventana aquella sombra vaporosa que dibujaba extrañas figuras en la colina, cuando de repente escuché los gritos en la calle. La señora Picket llamaba a su hija, desesperada. Era la tercera niña que desaparecía aquel año. Tambien, era la tercera vez que se cocinaba en casa de la bruja...
2 comentarios:
La casa de la bruja, así la llamaba yo, se hallaba suspendida en lo alto de la colina, separada del resto de edificios del pueblo. Era angulosa y puntiaguda como un diente torcido.
Aquella noche, cuando el brillo de la luna bañaba los tejados, un humo espeso reptó hacia las estrellas desde la boca de la chimenea. Yo miraba desde mi ventana aquella sombra vaporosa que dibujaba extrañas figuras en la colina, cuando de repente escuché los gritos en la calle. La señora Picket llamaba a su hija, desesperada.
Era la tercera niña que desaparecía aquel año. Tambien, era la tercera vez que se cocinaba en casa de la bruja...
Ey, qué regalazo!!
Es un honor contar aquí con uno de tus relatos!!
Gracias, maestro.
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