domingo, 2 de mayo de 2010
El utopífono
Este es el resultado de un ejercicio propuesto en El Complot de los Acaros, a partir de una palabra inventada. Adjunto diseño del artilugio (para los que carecen de nociones básicas de ingeniería):
EL UTOPÍFONO
El anciano reparador de utopífonos no daba crédito a lo que veía. Tenía ante sí la máquina más deteriorada que se pudiera imaginar. En todos sus años de oficio no había visto nada semejante. Habían pasado por sus manos utopífonos en muy mal estado, pero ninguno como éste. Se conmovió profundamente al pensar en su triste propietario ¿Cómo habría llegado a esto?
Lo cogió con delicadeza, parecía tan frágil, y lo colocó despacio sobre la mesa del taller. Se ajustó las lentes de aumento en la punta de la nariz y lo observó detenidamente. Una fina pátina de herrumbre lo recubría por completo, sin duda como consecuencia de un exceso de lágrimas. El ilusiómetro estaba parado, sus manecillas colgaban desmayadas apuntando al suelo, y los muelles de las fantastiquillas aparecían enmarañados unos con otros. Las bujítrémulas de la risa fundidas, la cadena quimericante partida, el alegríadador roto… Tardaría semanas, tal vez meses, en repararlo y ni siquiera estaba seguro de poder conseguirlo. Era el trabajo más complicado que se le había presentado nunca, pero le gustaban los desafíos.
Empezó desmontándolo, pieza por pieza, y limpiando el óxido de cada una de ellas con un paño suave y una solución jabonososegante, despacito, con cuidado de no quebrarlas. Al desarmar el depósito, descubrió que estaba lleno de monstruos oscuros. Lo taponó con la mano y corrió a vaciarlo en el retrete, no fuera a escapar alguno y a instalarse en su taller. Lavó el depósito con esmero y lo rellenó con líquido esperanzoso, cerrándolo bien para que no se evaporara, es tan volátil…
Y siguió durante días y semanas de trabajo agotador, hasta que una tarde, después de largos meses atendiéndolo con mimo, una bujítrémula empezó a vibrar, apenas un zumbido imperceptible. Poco a poco resonó con más fuerza y de pronto, se sumó la de al lado (las bujitrémulas, como es bien sabido, funcionan por simpatía), y otra más, y otra, hasta estallar las veinte en una sonora carcajada. Esto puso en marcha la polea satisfactrófica y la cadena quimericante empezó a girar.
El viejo artesano contemplaba el milagro emocionado, el utopífono agotado resucitando, el corazón roto de su propietario volviendo a la vida.
Etiquetas:
Micro-relato.
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5 comentarios:
Ufff. menos mal que lo arregló. Y está enseñando su oficio?? Hay escuelas o por internet se puede aprender??
A veces creo que mi utopífono también requiere un apaño. ¿Sabemos la dirección del tal Mc Gyver?
Qué sí.... que yo os busco la direccion. De momento, para mantenerlo engrasado y que no se atasque, debéis empezar por reíros de todo y por tomaros en serio sólo las pocas cosas que lo merecen.
me han encantado, los dibujos y los relatos, ya te lo he dicho por mail. Ahora esperaré impacientemente a que publiques más.
Hola Aurora, toi impresionada y mira que ya sabia que eras una artista pero el blogg es una pasada, me lo he leido de cabo a rabo, los relatos son deliciosos y llenos de ese humor tuyo, me encantan los nombres de tus personajes Ofelia, Herminia, gos.....
Los dibujos aun me han gustado más, el árbol, las olas, caracoles,el corazon de la tortuga.... pero el boceto de guia forestal es increible (conecta la alarma de tu casa que sé donde vives y cualquier día te lo robo).
Por último, el utopífono, es una pasada superoriginal y lleno de imaginación, me encanta cuando dices que hay que tener cuidado con el líquido esperanzoso porque "es tan volátil" (y además de verdad), el relato es increible pero la ilustración aun lo es más, tia eres una artistaza, enhorabuena y te seguiré de cerca.Un Beso.
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